Me gusta ir aquí. Me
gusta mirar por la ventanilla. Pero ya estamos llegando. Allí está ella y también
el perrito.
Según se abre la puerta,
me bajo. Ella me saluda y me dice que coja la mochila. Me la pongo con un poco
de dificultad, me ayuda a ponérmela bien.
Ella habla con la chica
que venía conmigo. Me aburro de esperar, el perrito se acerca a mí.
Estoy muy aburrido y me quiero ir por lo que les digo: -¡Agú!- Agitando la mano a la vez.
Estoy muy aburrido y me quiero ir por lo que les digo: -¡Agú!- Agitando la mano a la vez.
Ella se vuelve y me dice
que espere un poco. Pero no quiero, así que vuelvo a decir: -¡Agú! Y vuelvo a
agitar la mano.
Parece que terminan
porque me agarra de la mano y digo: “¡Hata manana! ¡Agú! ¡Hata manana!”
Pasamos la carretera hasta
el ascensor. Me gusta el ascensor: “¡Al
dos!”- Exclamo y me río.
-“¡Nooooooo, al dos
nooooo, al uno!” – Me contesta ella.
Me da un beso, antes de que se abra la puerta. Estoy atento a
que se abra y salgo corriendo, el perrito detrás aunque se para por ahí. Ella
va deprisa detrás.
Voy a casa, corro. Cuando
llega ella estoy en la puerta esperando a que abra y después entramos.
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Silvia baja a buscarle al
transporte que le trae del colegio. Hay veces que lleva el perro y otras no, hoy
sí que le acompaña.
El sonido del motor ya es
conocido para los dos, saben que llegan antes de que gire para
entrar. El perro se pone nervioso, agita la cola y mira a Silvia.
Se detiene el vehículo y
la puerta se abre, saludándose todos. Mientras se baja el niño, Silvia le dice
que se ponga la mochila y le ayuda a ajustársela. El perrito le demanda
atención poniéndole las patitas en la pierna del niño. En vano, no le hace ni caso, pero
el animalito insiste.
Están comentando las
novedades del día, cuando se oye al niño decir: “¡Agú!” agitando la mano. “Ya voy, ya voy. Espera un poco, ¿no?"- Le dice
la madre y continúa hablando.
El niño tiene casi 12
años y es casi tan grande como ella. Para manifestar su nerviosismo y
aburrimiento, salta, grita un poco e insiste en despedirse con la mano y otro
Agur.
Cuando ya han comentado
lo importante es tiempo de despedirse, así que la madre con la mano libre coge
al niño y le dice:
-“Diles ¡Hasta mañana!”-
Y él super obediente y con ganas de irse, agita la mano y lo repite. Incluso
añade un “Agur”.
-“¡A mí nooooo, a ellos”-
Le dice Silvia, mientras le gira y así lo haga correctamente: “’¡Hata Manana!”-
Ahora sí. De la mano, corren hacia el ascensor.
Al niño le encanta el
ascensor, es el encargado de darle al botón.
“¡Al dos!”- dice mientras
se emociona y ríe. La madre le contesta que no, que al dos no, sino al uno. En
el dos es la abuela, le dice. Y le da el beso.
Expectante el niño se
prepara para que se abra la puerta, ella desengancha al perrito. Salen los dos
corriendo, pero el perrillo se detiene en una esquinita.
El niño sigue
corriendo hacia el portal por lo que obliga a Silvia a ir más deprisa, algunas
veces incluso a correr, porque no quiere perderle de vista.
Los últimos metros los
hace corriendo. Están los dos, el perro y el niño, esperando en la puerta a que
ella la abra. Vuelta de llave y entran todos al portal.

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Gracias Silvia por regalarnos otro de esos momentos. Me gusta su lectura, en medio de mis visitas a amigas blogueras creativas como tú... Un abrazo.
ResponderEliminarOh, Inma, no sabes que ilusión me hacen tus palabras. Mil gracias, de verdad!!!!!!
ResponderEliminarA mi me encanta asomarme a tu cuaderno y pasar sus hojas, no me pierdo ni una hoja!!!! Besos de los gordos